Hola, ¿cómo les va? Aún sigo triste , por la sorpresiva partida de mi amiga Laura Peñafiel Manzanares. Una fiel amiga, gran bloguera y excelente escritora.
A pesar de la pena de la pérdida . Yo creo que mientras uno siga teniendo a esa persona en el corazón siempre estará a su lado. Además siempre tendremos sus letras; un gran escritor siempre estará vigente por sus historias. Hoy les traigo una historia que me regaló un día en el que me hallaba triste. Es muy hermosa y cortita espero que les guste tanto como a mí.
—¡Ya estamos llegando!—trinó Emma.
—No te pongas de pie —la regañó Victoria—Te puedes caer.
—¿Cuándo veremos a Benjamín?
Emma admiró la belleza de su prima. Victoria, Celia y ella venían de una familia adinerada. Estaba emparentada su familia con la aristocracia española.
—Tienes muchas ganas de ver de nuevo a mi hermano —observó Victoria, risueña—¿Se puede saber el porqué?
—Lo echo de menos-contestó Emma.
Finalmente, llegaron a su destino. La isla de Zuraita…
La barca quedó varada en tierra. Emma no podía creerse lo que estaba ocurriendo.
¡Estaba de nuevo en casa!
Oyó a Celia gritar llamando a su hermano. Benjamín se estaba acercando al embarcadero. Sólo tenía ojos para Emma. ¡Cuánto la había echado de menos!
—Prima…—murmuró al verla—¡Qué gusto me da verte!
Los nueve meses que habían transcurrido desde que se vieron por última vez habían supuesto una verdadera tortura para Emma.
Se aburrió como una ostra en las tertulias a las que acudió. Cierto era que tenía dieciocho años y estaba en edad casadera.
No le gustaba nada bailar y tenía que acudir a aquellas fiestas tan aburridas. Sólo encontraba cierto alivio cuando estaba con sus primas.
Le gustaba salir a pasear a pie con ellas. Pero Victoria sólo tenía en mente una idea. Emma debía de casarse. Y debía de casarse con un buen partido. Con respecto a Victoria, había tirado la toalla. Nunca se casaría.
Emma sentía dolor de cabeza. ¿Acaso había olvidado los nombres de aquellas damas con las que había tomado el mate muchas tardes? Así era.
Emma era la única hija de los tíos de Victoria, Benjamin y Celia.
Emma asistió a numerosas veladas literarias. Le gustaba hablar de libros.
También asistió a multitudinarias cenas.
De la mano de Victoria, Emma empezó a asistir a los salones de té de la ciudad. Y empezó a asistir también a bailes.
Los bailes fueron lo que más deslumbró a Emma. Victoria parecía disfrutar de su papel como patrocinadora de su prima. Le indicaba quién era quién.
Emma se sentía bastante torpe a la hora de alternar con aquella gente. Se sentía incómoda en los bailes.
Tenía dieciocho años. Su padre decía de ella que parecía un ratón de biblioteca.
En un primer momento, la agitada vida social que encontró en Buenos Aires la deslumbró.
Una vez superado el encanto de los primeros días, Emma empezó a soñar con la idea de volver a la isla de Zuraita. Su hogar…
Varios fueron los caballeros que besaron sus manos.
Todavía recordaba el escándalo que había protagonizado Victoria unos años antes. Todos decían que había arruinado por completo su reputación. Visto con perspectiva, Emma creía que todo el mundo estaba exagerando. Que eso no podía ser cierto. ¡Pero lo era!
¡Un caballero la había besado en la mejilla durante el transcurso de una velada literaria!
Ocurrió durante la primera temporada de Victoria en sociedad. Se había tratado de una apuesta. Un caballero había apostado a que era capaz de alterar los nervios de una joven debutante. No sólo logró alterar los nervios de Victoria. Había arruinado su reputación.
Victoria regresó a Zuraita. Estaba destrozada. Lo único que hacía era llorar. Se sentía humillada.
El padre de la joven intentó pagar la ofensa.
Retó en duelo a aquel caballero. Pero éste se negó a satisfacer su requerimiento. Era un cobarde. Tan sólo buscaba divertirse.
Alegó que ni siquiera había besado a Victoria en los labios.
Ella lo había visto antes. Le había parecido el hombre más apuesto y viril que jamás había conocido.
Pensó que, al besarla en la mejilla, demostraba que estaba interesado en ella.
No había sido así. Por ese motivo, nunca se casaría.
Benjamín besó a Emma en ambas mejillas.
Estaba muy contento de volver a verla.
Los días siguientes transcurrieron de manera rápida.
Las tres jóvenes no tardaron en acostumbrarse a estar de nuevo en casa. Vivían muy pocos vecinos en Zuraita. A veces, cuando acudían a visitar a alguna vecina, Emma tenía la sensación de que Victoria se aburría. A ella le gustaba más vivir en Buenos Aires.
No era como Emma, que prefería acudir a conciertos caseros. Que disfrutaba con aquellos pequeños bailes que se celebraban. Y su pareja en aquellos bailes era Benjamín.
Disfrutaba dando paseos por la orilla de la ría de Bahía Blanca. Podía verse desde allí toda la ciudad de Punta Blanca. Era una afición que compartía con su primo Benjamín, con su prima Celia y con Luis, su vecino. Éste último era el mejor amigo de Celia.
Disfrutaba yendo a tomar mate a la casa de alguna vecina. Recibiendo visitas. Era muy buena tocando el arpa. Solía dar conciertos caseros para entretener a su familia. Vivían en la casa más grande que había en toda la isla. Y su casa siempre estaba llena. Toda la familia vivía allí.
Emma se ponía nerviosa cada vez que Benjamín la miraba.
http://romanticalilit.blogspot.com/
Tengan una buena semana
Un Sentimiento Prohibido
Corría el año 1800.
Los recuerdos acudieron a la mente de Emma. Recuerdos acerca de lo que había ocurrido antes de viajar a Buenos Aires.
Había visto a aquel joven muchas veces mientras paseaba por la calle con sus primas. Era el joven más guapo que jamás había visto.
Los ojos de Benjamín recorrieron el rostro de Emma impresionado por aquellos rasgos tan perfectos y hermosos. Tenía el cutis sedoso al tacto. Sus ojos eran enormes, de un intenso color verde. Y su cabello era negro como la noche.
Había nerviosismo en los ojos de Emma cuando sus miradas se encontraron.
Benjamín estaba fuertemente impresionado por la belleza de aquella joven. Se sentó en el banco junto a ella, sin dejar de mirarla. Era la muchacha más hermosa que jamás había visto. Alta… Graciosa … Con aquellos ojos de color verde que brillaban como la esmeralda más hermosa…
¿Sólo eso? ¡Conocía a Benjamín desde siempre! ¡Era su primo!
El trayecto en barca se estaba haciendo eterno. Cada golpe de remo acercaba a Victoria hasta su hogar. Volvía a casa.
—¡Volveré a ver a Benjamín! —exclamó feliz.
—Siempre es una alegría encontrarse con un ser querido—opinó Emma.—
—¡Tú también deberías de estar contenta! Benjamín te adora. Cuando estuvimos en Madrid, no se separaba de ti ni un solo instante. Eres como una hermana menor para él.
Emma miró a sus padres. Éstos también estaban contentos de ver de nuevo a Benjamín. Y ella no sabía qué pensar.
Benjamín era su primo. El hermano menor de Victoria…
Sentada al lado de Victoria estaba su hermana menor, Emma. La chica guardaba silencio.
Victoria estaba en una edad que se podía considerar peligrosa.
Todavía no se había casado.
Su mejor amiga, Paz, era viuda. Paz había sido educada para convertirse en la esposa perfecta.
Se enamoró de un apuesto terrateniente, don Lucas Cortés.
Se dejó llevar por todos los besos que él le dio, pero sin llegar a nada.
Por desgracia, Paz terminó casada con Alfonso, el hijo adoptivo del médico de su familia.
No tuvo hijos con él. El matrimonio había durado unos dos años.
Paz hablaba pestes de su vida íntima.
De cómo su marido le levantaba el camisón con tanta rudeza que se lo desgarraba. Cómo le aplastaba la boca con la suya cuando estaban juntos en la cama. No había logrado sentir placer alguno cuando yacía en la cama con él.
Tras la muerte de Alfonso, Paz se había quedado sola. Ni siquiera podía ir a buscar a don Lucas. Seguía amándole con todo su ser. Pero su amado, tras haberse quedado en la ruina, había partido a España. Paz era demasiado cobarde como para seguirle. De modo que se había quedado allí.
Victoria había ido a verla muchas veces. Paz llevaba la vida de una ermitaña. No salía a la calle. Victoria pensaba que ella nunca se casaría. Por ese motivo, debía de mirar bien por su hermana y por su prima.
—No te pongas de pie —la regañó Victoria—Te puedes caer.
—¿Cuándo veremos a Benjamín?
Emma admiró la belleza de su prima. Victoria, Celia y ella venían de una familia adinerada. Estaba emparentada su familia con la aristocracia española.
—Tienes muchas ganas de ver de nuevo a mi hermano —observó Victoria, risueña—¿Se puede saber el porqué?
—Lo echo de menos-contestó Emma.
Finalmente, llegaron a su destino. La isla de Zuraita…
La barca quedó varada en tierra. Emma no podía creerse lo que estaba ocurriendo.
¡Estaba de nuevo en casa!
Oyó a Celia gritar llamando a su hermano. Benjamín se estaba acercando al embarcadero. Sólo tenía ojos para Emma. ¡Cuánto la había echado de menos!
Los nueve meses que habían transcurrido desde que se vieron por última vez habían supuesto una verdadera tortura para Emma.
Se aburrió como una ostra en las tertulias a las que acudió. Cierto era que tenía dieciocho años y estaba en edad casadera.
No le gustaba nada bailar y tenía que acudir a aquellas fiestas tan aburridas. Sólo encontraba cierto alivio cuando estaba con sus primas.
Le gustaba salir a pasear a pie con ellas. Pero Victoria sólo tenía en mente una idea. Emma debía de casarse. Y debía de casarse con un buen partido. Con respecto a Victoria, había tirado la toalla. Nunca se casaría.
Emma sentía dolor de cabeza. ¿Acaso había olvidado los nombres de aquellas damas con las que había tomado el mate muchas tardes? Así era.
Emma era la única hija de los tíos de Victoria, Benjamin y Celia.
Emma asistió a numerosas veladas literarias. Le gustaba hablar de libros.
También asistió a multitudinarias cenas.
De la mano de Victoria, Emma empezó a asistir a los salones de té de la ciudad. Y empezó a asistir también a bailes.
Los bailes fueron lo que más deslumbró a Emma. Victoria parecía disfrutar de su papel como patrocinadora de su prima. Le indicaba quién era quién.
Emma se sentía bastante torpe a la hora de alternar con aquella gente. Se sentía incómoda en los bailes.
Tenía dieciocho años. Su padre decía de ella que parecía un ratón de biblioteca.
En un primer momento, la agitada vida social que encontró en Buenos Aires la deslumbró.
Una vez superado el encanto de los primeros días, Emma empezó a soñar con la idea de volver a la isla de Zuraita. Su hogar…
Varios fueron los caballeros que besaron sus manos.
Todavía recordaba el escándalo que había protagonizado Victoria unos años antes. Todos decían que había arruinado por completo su reputación. Visto con perspectiva, Emma creía que todo el mundo estaba exagerando. Que eso no podía ser cierto. ¡Pero lo era!
¡Un caballero la había besado en la mejilla durante el transcurso de una velada literaria!
Ocurrió durante la primera temporada de Victoria en sociedad. Se había tratado de una apuesta. Un caballero había apostado a que era capaz de alterar los nervios de una joven debutante. No sólo logró alterar los nervios de Victoria. Había arruinado su reputación.
Victoria regresó a Zuraita. Estaba destrozada. Lo único que hacía era llorar. Se sentía humillada.
El padre de la joven intentó pagar la ofensa.
Retó en duelo a aquel caballero. Pero éste se negó a satisfacer su requerimiento. Era un cobarde. Tan sólo buscaba divertirse.
Alegó que ni siquiera había besado a Victoria en los labios.
Ella lo había visto antes. Le había parecido el hombre más apuesto y viril que jamás había conocido.
Pensó que, al besarla en la mejilla, demostraba que estaba interesado en ella.
No había sido así. Por ese motivo, nunca se casaría.
Benjamín besó a Emma en ambas mejillas.
Estaba muy contento de volver a verla.
Los días siguientes transcurrieron de manera rápida.
Las tres jóvenes no tardaron en acostumbrarse a estar de nuevo en casa. Vivían muy pocos vecinos en Zuraita. A veces, cuando acudían a visitar a alguna vecina, Emma tenía la sensación de que Victoria se aburría. A ella le gustaba más vivir en Buenos Aires.
No era como Emma, que prefería acudir a conciertos caseros. Que disfrutaba con aquellos pequeños bailes que se celebraban. Y su pareja en aquellos bailes era Benjamín.
Disfrutaba dando paseos por la orilla de la ría de Bahía Blanca. Podía verse desde allí toda la ciudad de Punta Blanca. Era una afición que compartía con su primo Benjamín, con su prima Celia y con Luis, su vecino. Éste último era el mejor amigo de Celia.
Disfrutaba yendo a tomar mate a la casa de alguna vecina. Recibiendo visitas. Era muy buena tocando el arpa. Solía dar conciertos caseros para entretener a su familia. Vivían en la casa más grande que había en toda la isla. Y su casa siempre estaba llena. Toda la familia vivía allí.
Emma se ponía nerviosa cada vez que Benjamín la miraba.
No olvidaba el beso que le había dado en los labios poco antes de partir con destino a Buenos Aires.
Existía algo entre ellos. Era un sentimiento que no sabían cómo definir. Que sólo ellos dos conocían.
Emma no quería regresar a Bueno Aires. Quería quedarse en casa con Benjamín. Si cerraba los ojos, soñaba con él.
A Benjamín le ocurría lo mismo. No podía estar con otra mujer que no fuera Emma.
Emma y Benjamín deseaban no sentir aquel sentimiento que nacía en sus corazones.
Un sentimiento que les llevaba a besarse en la boca.
Se besaban con ardor en el hueco de la escalera.
Emma se sentía culpable. Se reunía para rezar el rosario con su familia en el salón. En ocasiones, terminaba llorando. Victoria se daba cuenta de ello.
Todo el mundo les veía raros. Emma se ponía muy colorada cuando Benjamín le hablaba durante la cena.
—¿Qué vas a hacer hoy?—le preguntaba Emma, durante el desayuno—¿Irás a lo de los Sánchez?
—Es que ellos también celebran tertulias—respondía Celia.
Benjamín no decía nada. No se atrevía a mirar a Emma a los ojos.
Podía delatarse. Podría delatarla a ella también. Era un Infierno estar tan cerca de ella.
Sentir aquel fuego que Emma había encendido en sus venas. Era un pecado. Los dos lo sabían. Luchaban contra él.
Pero aquella lucha les agotaba. Les hacía querer rendirse.
No querían quedarse a solas. Tenían miedo de lo que pudieran hacer.
Por suerte, nunca estaban a solas. Victoria y Celia solían acompañar a Emma a todas partes. Iban a visitar a la modista, que vivía en Punta Blanca. Celia había viajado siendo muy niña a Buenos Aires. Tan sólo tenía dieciséis años.
Necesitaba un vestuario nuevo. Lo malo eran las noches.
Victoria y Celia compartían habitación. Pero Emma dormía sola. Benjamín podía ir a su cuarto, si así lo deseaba.
—¡Y no sé qué hacer si me despierto en mitad de la noche y me lo encuentro acá!—se inquietaba la joven cuando se quedaba a solas en su recámara—¿Qué puedo hacer?
Victoria estaba empeñada en casar a Emma a toda costa con un buen partido. Habían salido las tres jóvenes. Se sentaron sobre la hierba. Celia había sido muy clara con su hermana mayor. No quería regresar a Buenos Aires. Sería como ella. Una solterona…
—Espero que vos no sigáis los pasos de mi hermanita—le advirtió Victoria a Emma—Cásate. Ten muchos hijos.
—Vos sos la que debéis casaros—replicó Emma—Sos todavía joven.
—¿Te has vuelto loca? Soy una mujer mancillada. ¿Acaso lo has olvidado? Ningún caballero decente querría fijarse en mí.
—¡Es una tontería!—exclamó Celia.
—¡Vos no estabas allí cuando ocurrió!
—Prima, tenés veintiún años—le recordó Emma a Victoria —Puedes casarte si así lo quieres. ¿Es que te gustó el caballero que te hizo eso? Miento. Fue un necio. Ni siquiera puedo llamarlo canalla. Sólo te molestó. Y la gente convirtió una nimiedad en una depravación.
—¡Emma!—se escandalizó Victoria—Eso no fue lo que pasó. Yo…
Tuvo que guardar silencio. Reconoció para sus adentros que Emma tenía razón. Se iba a quedar soltera por culpa de un recuerdo.
Los días siguieron su curso. Victoria seguía empeñada en buscarle un marido a Emma.
La joven no le hacía caso. Sólo podía pensar en Benjamín. ´
En las semanas siguientes, cuando acudía a casa de alguien a tomar una taza de mate, a Emma le presentaban numerosos jóvenes.
—¿Quiénes son?—solía preguntarle a su prima Victoria.
—Son tus pretendientes—respondía ésta.
—¿Cómo?
Emma solía poner una excusa para irse lo antes posible y dar un paseo antes de volver a casar para despejar su mente.
Benjamín acabó enterándose de los planes de su hermana. Planes con los que sus padres y sus tíos, los padres de Emma, estaban conformes.
Una noche, Benjamín se atrevió a deslizar una nota en la mano de Emma. Le había costado muchísimo trabajo atreverse a escribirla. Le había dado miedo ser rechazado por Emma.
La citaba fuera de casa a medianoche. En la orilla de la ría…
A pesar de que era una locura, Emma aceptó encontrarse con él.
Eran ya las doce de la noche.
El corazón de Emma latía a gran velocidad. Benjamín la estaba esperando. Emma se había puesto una capa encima del camisón.
Al llegar a la altura de su primo, éste la abrazó con fuerza.
—Te amo—le confesó.
El corazón de Emma se paralizó al escuchar aquella confesión. Llevaba mucho tiempo temiendo escucharla.
Pero, al mismo tiempo, deseaba oírla. Deseaba saber que su amor era correspondido. ¡Y así era! Pero era una locura.
—No podemos seguir con esto—le pidió Emma con la voz ahogada—Es un disparate.
—No pienso permitir que mi hermana quiera casarte con otro hombre —le aseguró Benjamín con la voz desgarrada.
—Por favor…
Benjamín no quería detenerse. No sabía lo que sería de ellos a partir de aquella noche. Sólo sabía que su corazón pertenecía a Emma.
—Sé que tú también me amas—le aseguró—. Entiendo que trates de negartelo a ti misma. Los dos somos conscientes de que este amor no está bien—. Le cogió las manos—. Pero hemos de ser honestos.
—¿Honestos?—se sobresaltó Emma.
—Nos amamos.
—Tú estás enamorado de mí. Y yo estoy enamorada de ti.
La voz de Emma era apenas un susurro. No quería estar allí. Quería estar allí.
Estaba muerta de miedo. Pero sentía miedo de sí misma. Su corazón latía a gran velocidad.
De pronto, sintió los labios de Benjamín apoderándose de sus labios en un beso cargado de avaricia.
Emma dejó de pensar. Tan sólo quería sentir.
Sintió sus manos despojando a Benjamín de su ropa.
Los dos cayeron sobre el suelo.
Emma sintió en sus labios todos los besos que le dio Benjamín. Notó cómo la lengua de éste trazaba círculos en su cuello. Cómo volvía a su boca y Emma podía devolverle todos los besos que éste le daba. Notó cómo las manos de Benjamín acariciaban su piel por debajo del camisón. Y cómo la estrechaba contra su cuerpo.
Mientras estemos juntos, todo irá bien, pensó Emma con alegría.
FIN
Espero que les haya gustado el relato de Laura si desean leer más de sus maravillosas historias su blog continúan abiertos
Sus blogs fueron: http://blogdeepoca.blogspot.com/
http://unblogdepoca.blogspot.com/http://romanticalilit.blogspot.com/
Tengan una buena semana
Sólo la conocía de verla en algún blog, su foto no me resulta extraña, pero a pesar de no tener relación con ella me ha impactado su partida, como no puede ser menos tratándose de una mujer tan joven y llena de ilusiones y proyectos. Una cosa así no la espera nadie, lo siento por sus ilusiones truncadas, por sus familiares y amigos, por todos los que la conocían y apreciaban. Por sus letras se ve que tenía gran sensibilidad, espero que allá donde esté sea feliz.
ResponderBorrarUn beso JP
Hola amiga una historia muy bonita siempre pasan cosas con los primos, lo cual no es muy bien visto acá en mi país mejor dicho está prohibida cualquier relación amorosa entre parientes, siento la muerte de tu amiga pero nunca la olvidarás,yo tambien perdí a una amiga muy cercana, recién se había casado y era muy feliz y se enfermo la llevaron a urgencia y falleció en una semana, me costó mucho aceptar su partida pero el tiempo nos enseña, que nada es para siempre, la llevo siempre en mis recuerdos.
ResponderBorrarUn abrazo amiga con todo mi cariño que tengas una hermosa semana.
Hola preciosa!
ResponderBorrarTe acompaño en tu dolor, la verdad que nunca terminan de irse, siempre estará a nuestro lado velando por nosotros. Muy linda historia. Cuidate mi niña. Besotes
Hola! Que historia más bonita, me ha encantado. Siento mucho la perdida y te mando un gran abrazo y muchos ánimos.
ResponderBorrarBesos!
Laura era una persona preciosa y con un talento para escribir realmente tremendo, así como con una gran pasión. La extrañamos mucho y leerla aún duele un poco al pensar que no está más para comentar de sus escritos, pero también es cierto que de alguna forma vive en ellos y siempre en nuestros corazones.
ResponderBorrarUn besote.
Muy buen escrito amiga, y te acompaño en el sentimiento por la partida de tu compañera de letras.
ResponderBorrarAbrazo enorme !!
Hola, JP... Lo siento mucho y no sé qué decir
ResponderBorrarA mí me ha encantado el relato... y me alegra que Benjamín y Emma se atrevieran a amarse a pesar de la sociedad que les rodeaba
Por supuesto que Laura seguirá viva en sus obras, y en los corazones de las personas que la querían
Te mando un fuerte abrazo... lo siento profundamente
Se le echa de menos... A mí no se me ha pasado el impacto aún. Pero es cierto que vive en todas y cada una de sus entradas e historias. Y, sobre todo, en los corazones de la gente que tuvo la suerte de conocerla.
ResponderBorrarAhiiiii qué penas mas malas. Echaré un vistazo.
ResponderBorrarUn abrazo y mucho ánimo.
Amiga enamorada de la literatura,tu agilidad mental aumenta cada dia
ResponderBorrarSaludos
Cuando puedas, pásate por mi blog, a ver si esto te anima un poco. Gracias y un saludo.
ResponderBorrarE$s bonito, sí. Muchas gracias por compartirlo, no conocía a su autora
ResponderBorrarBesos
Lo siento de verdad, de corazón, duele mucho perder a una amiga, compañera de letras, de travesías en la imaginación.
ResponderBorrarUn lindo relato, que como bien dices es parte de ella que siempre se queda, y más en sus afectos.
Mis condolencias a sus familiares y para ti, un abrazo.
Conocía a Laura de los blogs aunque ultimamente habiamos perdido el contacto. Es una pena que una vida tan joven se vaya así pero al menos quedara en el recuerdo.
ResponderBorrarBesotes y animo
¡Hola Citu! Impactante la partida de esta joven escritora. Me ha conmocionado. Puedo darme cuenta con mayor seguridad que hay que disfrutar la vida. La vida es un instante. Un beso amiga.
ResponderBorrarNuevamente te saludo y te envio un fuerte abrazo
ResponderBorrarHola Citu,me he quedado prendada de dicho escrito y con mucha pena por esa partida tan temprana de su autora.
ResponderBorrarMuchos besos niña y cuidate:)
Es una hermosa historia, J.P. que gran detalle de Laura para contigo. También yo me siento triste por su perdida tan inesperada, me dejo en completo shock. Siempre la recordaremos, espero no desaparezca su blog con el tiempo.
ResponderBorrarBeso y cuídate mucho.
Como duele echarla tanto de menos, se extrañan sus comentarios, siempre tenía uno para nosotras. Un besazo.
ResponderBorrar