Hola ¿Cómo están?
Hoy sabrán que pasará con Anazareth y Petunia.
Capítulo 23
Anazareth con miedo le preguntó —¿ Cómo sabes que ellas no son las flores malditas que me persiguen?
— No lo sé, presiento que no son malas y prefiero ir por aquí que pelear con la reina Tamar y sus estatuas.
— Ni muerta deja en paz a mi familia. Sabía que sería peligroso buscar aquí alguna pista sobre mi madre.
Petunia solo gruñó como respuesta. Luego apoyó su mano en una pared al mismo tiempo que evadía los ataques de las enfurecidas figuras de mármol.
— ¿Por qué ese interés ahora?
Anazareth se sintió culpable al no contar a Petunia ni a sus hermanos lo que le ocurrió cuando hizo el hechizo elemental. Aunque no era el lugar Petunia debía saberlo ella era su hermana en todo menos por sangre.
— Cuando salve a Gilraren del rapto de Uvatar. Vi a esas plantas y a mi madre. Quiero saber lo ocurrido.
Petunia no habló por mucho tiempo ya que esquivaban ataques para ir hacia la puerta. Cuando por fin pudieron ir a lo que parecía un refugio de las estatuas.
Petunia dijo — No te sientas culpable, por no contarlo.
Anazareth no pudo decir nada porque las estatuas le jalaban la pierna derecha. Mientras Petunia intentaba salvarla. Por un momento pensó que iba a dividirse en dos.
— No me siento culpable. Te lo iba a decir, cuando esté lista. Aunque ahora ya no siento la pierna.
— Aun la tienes, tengo que liberarte.
— Si es posible en una sola pieza, te lo agradecería.
Petunia se rio y jaló más fuerte a Anazareth liberándola pero torciendo su pie.
Petunia la arrastró hacia la puerta mientras las estatuas y los rayos apenas les dejaban respirar. Llegaron a una especie de pasillo estrecho y mal ventilado.
En voz baja Petunia dijo — lo siento.
— No te preocupes, no podías hacer otra cosa para liberarme.
— No es por eso.
La ceja de Anazareth se alzó y quiso golpear a su hermana. Pero la curiosidad pudo más.
—¿ Entonces por qué fue?
— No quería venir. Hace días tuve un altercado con la abuela. Ella quería hablar de mi pasado. A diferencia tuya yo no deseo descubrir nada sobre él.
Anazareth no supo qué decir. Solo se apoyó en las paredes. Apenas podía soportar el dolor.
— Aun así viniste.
— Eres mi hermana, aunque no de sangre si de alma y me lo pidió Dauroji.
Petunia ayudó a caminar a Anazareth y casi la tira al suelo cuando preguntó
— ¿Hay algo entre tu Dauroji?
— Solo somos amigos y punto. No quiero hablar de eso.
Anazareth muy adolorida y sin ganas de pelear — Bueno.
— Así no más.
Anazareth queriendo distraer el dolor preguntó.
— ¿ Por qué peleaste con la abuela?
— Ya te dije. Ella quiere hablar de mi pasado. Dice que hay un hombre que puede ayudarme a conocer más de mi orígenes.
— Hubo un tiempo que querías saberlos.
Petunia apresuró a Anazareth hacia una puerta en la que parecía haber luz.
— Fue hace tanto. Además, sé lo principal. — Petunia con la voz muy baja y llena de miedo dijo — Descubrí quien es el hombre de mis pesadillas.
— Oh.
— No deseo hablar sobre quién es él. — Antes que Anazareth pudiera decir algo. Ambas se encuentran en una habitación congelada en medio del desierto llena de flores malditas.
— Te dije que no era una buena idea ir por aquí.
Petunia no contestó porque se desmayó.
Espero que les haya gustado el fragmento. Les deseo un buen fin de semana.








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