Hola ¿Cómo están?
Hoy sabrán que pasará con Anazareth y Petunia.
Capítulo 23
Anazareth se sentía como una tonta al ser arrastrada por unas enredaderas del jardín maligno de Tamar. Desde el principio se sintió observada como si a pesar de muerta Tamar estuviera escondida esperando para atacarla y hacerle daño.
Aún recordaba que cuando estuvo a punto de morir le llamó y le pidió un simple perdón. Pero cuando ella le preguntó si conocía que le pasó a su madre. Tamar le dijo que no sabía y que no estaba implicada luego la despidió. Luego de unos días murió.
Tanto su abuela como ella nunca creyeron. Pero hasta ahora no pudieron comprobarlo. No era hora de ponerse a recordar el pasado. Tenía que librarse de esas enredaderas.
Mientras lo intentaba con fuerza oyó un gritó. Era Petunia lo peor es que al igual que ella estaba atrapada por una fuerte enredadera que las arrastraba a ambas.
Sin embargo, eso no era lo peor. Las estatuas de Tamar de todos los tamaños las perseguían y querían destruir la hiedra sin importar si ellas morían o no.
La tierra temblaba y una lluvia con olor a rosas no les permitía usar los poderes ni Anazareth ni a Petunia. Las dos demonias por lo menos estaban tranquilas que sus amigos no fueron arrastrados por el castillo.
Aunque debían encontrar una forma de salir de ese lugar y descifrar los secretos de Tamar.
Petunia nuevamente intentó liberarse sin lograrlo lo peor era que las estatuas cada vez eran más agresivas con la hiedra y con ellas. Anazareth recibió un golpe en la cabeza y sangraba de su sien derecha.
Petunia preocupada preguntó —¿ Anazareth estás bien?
Anazareth para Petunia era como una hermana. Prácticamente se criaron juntas y siempre la trató como parte de su familia aunque no tuvieran la misma sangre. Tanto es así que Petunia era considerada al igual que Anazareth princesa del clan de viento. A pesar de la oposición de muchos clanes demoníacos en especial el de Tamar.
Petunia se alejaba más de Anazareth que estaba a punto de ser golpeada por una horrible estatua de Tamar.
— Anazareth — grito.
Sin embargo, la demonia no le contestaba. Petunia tenía que hacer algo. Siempre tuvo el poder de controlar las plantas. Era algo que solo conocían Halrinach y Leviatán. Y ella trataba de mantener en total secreto.
Se concentró para dialogar con la planta que la arrastraba a través del piso fangoso mientras las estatuas aún la persiguen. Esperando que su poder no haya sido mermado por la lluvia.
Minutos más tarde se liberó de sus ataduras y corrió ayudar a Anazareth que estaba de ser aplastada por tres estatuas por más que las plantas la defendían.
La hiedra liberó a Anazareth y Petunia la jalo lo más rápido posible de las garras de las estatuas que la golpearon en la mejilla y en los brazos. Anazareth aun mareada y con un tremendo dolor de cabeza recobró el conocimiento.
Ambas mujeres salieron corriendo del ataque de las efigies de Tamar, pero no solo ellas trataban de hacerles daño . Del cielo truenos caían para matarlas y la tierra no paraba de temblar.
— Debemos ir por allí señaló hacia el extremo sur.
— Va a ser difícil — se quejó Anazareth mientras se topaba la cabeza.
— Lo sé, confía en mí.
Anazareth asintió sin atreverse a decirle a Petunia que su rostro estaba verde. Ella odiaba cuando ocurría eso. A pesar de todo que conocía Petunia ella guardaba grandes secretos.
Fue encontrada por Chatel a punto de morir en un campo de petunias en un bosque del inframundo. Y fue salvada por su abuela. Petunia siempre agradeció a la familia de Anazareth por salvarla y hacerla miembro de su familia.
Sin embargo, Anazareth siempre pensó que fue Petunia quien le salvó. Ella le ayudó a canalizar su depresión luego del incidente en el desierto y hacer algo por los demás.
Petunia jaló a Anazareth mientras le gritaba — No te distraigas.
Las dos eran atacadas por las estatuas y la lluvia persistente. Petunia llevó a Anazareth hacia una de las paredes y como le indicó las plantas se abrió una puerta.
Espero que les haya gustado el fragmento. Les deseo un buen fin de semana.










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