Capitulo 18

Amándote


Rebeca estaba llena de miedo y expectación. Darius la besaba en la boca y sus manos recorrían su cuerpo. En cada lugar que le tocaban nuevas sensaciones surgían, que la llevaban al cielo.

El hechicero, había dejado de besarle la boca y empezado mordisquearle la oreja. Ella agradecía esta acostada en la cama porque si seguía así empezaría a derretirse. Con sus manos en torpes caricias acercaba más a Darius. Necesitaba sentirlo junto a su ser.

Él era un hombre tan guapo y sexy ¿Que hacia con ella? se decía Rebeca. Pero luego cualquier pensamiento racional cesó. Darius le baja su bata de dormir y puso al descubierto sus senos.

Sintió el aire frió recorrer sus senos como la mirada lujuriosa de su amante. Él comenzó acariciarla la piel suavemente. Con la punta de sus dedos toco un pezón y luego lo succiono

Rebeca solo pudo gemir

Cuando, sintió la mano traviesa de Darius ir debajo de su estomago y tocar su vientre que se estaba mojando. Pensó que estaba en un sueño.

Darius se alejó de ella.

-¡Que hermosa eres! Creo, que esto sobra dijo desnudándola.


Rebeca se sentía indefensa y bella ante la mirada de Cristian, que la examina con los ojos llenos de amor y pasión.

-Ven, acá quiero saborearte. Cuando termine volveré hacerlo. Nunca me cansaré de ti. Mi amada Rebeca

-No, quiero -Respondió Rebeca. No, hasta que estemos en igual condiciones. Aún llevas el pantalón.


Darius iba a quitárselo. Cuando ella se lo impidió.

-Déjame hacerlo No sólo tú has estado deseando este momento. Ella se lo quito y acaricio sus piernas y miembro con timidez.

Recordó una vez que Annia le decía que una de las cosas más placenteras para un hombre era que lo acariciara con la boca. Con miedo pero decidida se metió el miembro de Darius en su boca. Cuando vio la expresión de placer en su rostro. Se sintió con poder y súper sensual. Cuando él gimió, sonrió satisfecha.

Luego de momento Darius dejo su boca.

-Mujer me vas a matar.

Además, yo también deseo probarte.

-No es…

Rebeca dejo de hablar cuando el hechicero la acostó nuevamente en la cama sujetándole con su brazos para que no se moviera. Luego la boca de Darius beso y lamió la piel de su estomago.

-¿Decías algo? ¿Paro? - Susurro sobre su cadera.

-No.

Darius volvió a lamer la piel sedosa de Rebeca, mientras una de sus manos jugaban con sus senos y la otra con su centro.

La curadora, nunca había tenido tanto placer pensaba que se volvería loca. La boca de Cristian no parecía cansarse había momentos que le mordía el botón, otras veces su dedos entraban en su interior y la volvían loca.

Mas ella deseaba mayor contacto lo quería en su interior. Con una voz que no sabía que era suya. Rebeca le pidió

-Te necesito Cristian. Por favor.

Él tampoco podía contenerse.se puso de nuevo encima de ella. Rebeca sintió un poco de dolor y luego un gran placer, que le llevo más allá de este mundo.

Darius pensaba que estaba en un sueño, nunca se sintió así. Su corazón latía a mil por hora y temblaba de felicidad. Se sentía tan vivo al tocar a la mujer que amaba. Nunca había sentido tan completo como ahora dentro de ella.

Cabalgo sin descanso si dejar de ver a los ojos a su mujer. Cuando ella grito su nombre no pude contenerse y se derramo dentro de ella. Por primera vez en su vida, se sentía en casa en su hogar. Y eso era por estar con Rebeca. No, podría volver amar a otra mujer, después de haberla sentido el resto de mujeres no existían.

Sin dejarla de verla a los ojos lleno de paz y alegría. La beso diciéndole lo mucho que la amaba.


Rebeca se abrazó a él. Tan feliz. Su primera vez con Darius fue tan diferente de su primera vez.

El hechicero sintiéndola triste la abrazo más fuerte.

-¿Te hice daño? Te juro, que la próxima vez será mejor.

Rebeca acariciando su pecho y bajando su mano a la entrepierna de Darius le dijo.

-No es eso.

Nunca me había sentido tan amada y querida. Siempre creí que era rara y frígida.

Pero, contigo todo fue tan mágico aún siento como si toda mi piel estallar. Jamás, me había sentido bonita o mujer antes de conocerte Cristian. Te amo, tanto. Gracias.

Él volvió a besarla lentamente y empezó acariciarle la espalda.

-Tú, eres la que me convierte en un hombre mejor. Contigo aprendí el valor de la risa, y de la amistad. Te amo.

Se amaron lentamente de nuevo. Rebeca no podía creer que pudiera llegar sentir más feliz o tener más placer. Se equivocaba.

Horas más tarde se quedó dormida en los brazos de su amante.