Bienvenidos a mi blog. He creado este por que tengo un montón de historias en mi mente que me gustara compartir. Miles de mundos y personajes siempre me acompañan, decidí, que era hora de hacer que fueran conocidos. Quiero, que sean capaces de expresar y soñar junto a mi. Espero, que les guste mi casa y tendrán una voz aquí. Mi cariño y amistad también.

domingo, 31 de enero de 2016

Seis años con ustedes.

Hola, ¿cómo les  va?  Les  cuento  que  ya  tengo seis  años  con mi blog  y quería  darles  muchas  gracias  por   seguir  conmigo y por leer  mis  historias.


Últimamente,  ando un poco cansada, entre problemas  familiares  y  la vida  en si  .  Pero siempre me animan  sus  visitas  y comentarios  .  Les    agradezco  de nuevo y les mando un abrazo con todo mi  cariño.

Sun  mucho más  que   pueda  expresar   les deseo una buena semana



viernes, 29 de enero de 2016

ilumina mi corazón. Capítulo 19 ( segunda parte)

Hola,  ¿cómo les  va?  Les  traigo un  capítulo en  que conocerán más  a Sebastián  y  sabrán   con quien se encontró y la propuesta que le da. Espero que  tengan   paciencia  y me perdonen por    donde  les   dejo el capítulo.  Les  deseo un buen  fin  semana .


Capítulo 19

Cesar  Contreras miró  su reloj  con fastidió  ,  por  fin  había  decidido  ir  a  ver  a su   hijo  en el cuchitril  que   alquilaba.  El  investigador  que contrató informó  que  el pintor  siempre estaba en  su  apartamento  por  las  10  de la mañana  eran  como  las tres  y  no   había  llegado   a apartamento.  Estaba  a punto de irse,  cuando  Sebastián    se  dirigió  hasta  su hogar.  El muchacho  lucía igual  a  la   última  vez    que lo   miró  en  restaurante.  Se encontraba vestido con ropa   barata   y   con  expresión  de  felicidad,  que  cambió  pronto   al  verlo llegar   a  la puerta  de su edificio.  
Cesar      por  un momento pensó  en dejar  a su hijo  en paz.   No  quería  verlo ,  despreciaba todo  lo que  él  era.  Solo el amor  por  su esposa  lo  obligaba  a hablar  con  Sebastián.
El  pintor, se  quedó sorprendido  al  ver  a  su padre.  Cesar  Contreras  era  un hombre    un  poco  más  bajo que  Sebastián  con el pelo   blanco  y  barba  .  Había  engordado    un poco  desde  los últimos  meses  que   se  encontraron  y  su semblante  estaba  demacrado.  Sus  ojos  azules  lo  miraban  con   frialdad  y  desprecio.
— ¿ Qué  haces   aquí?
—No  es  forma  de  hablar    tu padre.
—Hace  mucho  que  dejaste  de  ser  mi padre.
—Yo  te  di  la  vida  lo  admitas  o no.
Sebastián  frunció  el  ceño  y  se  metió las  manos   en  los   bolsillos  de los pantalones  para no  golpear  a su padre.
— Deja  las  reflexiones ,  para   alguien   que  tenga  tiempo  de   oírte. ¿Qué deseas?
Cesar   apretó  el puño  a punto  de  golpear   a  su hijo ,  como  cuando  era  un niño.
—Parece  que los  años y    la miseria   solo te  han hecho  más  desobediente  y  con  poco  respeto   a  tus  mayores.
—Ya  soy  un adulto,  así   que no  tienes    derecho    a  decirme  como  hablar  o comportarme.   Dime  de una  vez  ¿para  que viniste  a buscarme?
Cesar   miró   a  la  calle    que estaba    con    algunas  personas    que  voltearon por  oírlos  discutir.  
—Será  mejor   hablar  en  lugar  privado.
Sebastián no  deseaba  hablar  con su padre  y mucho menos   invitarlo   a  su pequeño  departamento.   Solo de pensar  en su mirada  de  desprecio  y  sus críticas   cuando  vea  sus pocos  muebles.
— No
— Pero, es muy importante.
—Me  lo dices  en este instante  o  te  vas. ¿Qué   es  tan  importante  ,  que no lo puedas  tratar  en   la  calle?
Cesar    respiro  profundamente    mientras   observaba   pasar  un gran  camión,  con  furia  y algo  desesperación  dijo — Tu madre ,se está  muriendo.  
Sebastián sintió  un dolor  estomago  como  cuando  su padre   lo  castigaba por   no  ser  lo suficientemente  bueno para  sus  estándares. Aunque era peor  no   tenía muchos  recuerdos  de  ella.  su mente  se llenó  de imágenes  de  su  madre  su sonrisa ,  sus  caricias y   la  forma  en  la que  lo consoló cuando su padre se enojaba  con él.  
—¿Es  cierto?
—Crees  que  te mentiría  por eso.  Porque  demonios,   te  buscaría  solo  por  ella  lo hago.     Fue  una  bendición  cuando  nos    abandonaste  y  dejaste  de  ser  mi problema.  Te  lo  haré    fácil ,   te  daré  500.00 mil dólares  si la  vas a  ver  aquí  tienes mi  tarjeta  —. Tiró  una  tarjeta   los pies  de  Sebastián  y  se  fue   tan  sorpresivamente   como apareció enfrente  del edificio.  
El pintor, se quedó parado sin  saber  qué hacer.  Una parte  de  él quiso  ir atrás de  su padre,  que  como siempre    le hizo sentir  pequeño  y fuera  de lugar.  Sin embargo,  la principal  razón para  seguir  a su progenitor  era   saber  sobre  su madre y su estado de  salud,  si  su padre  lo había  buscado era porque ella por primera  vez  se le enfrentó y  se lo exigió  o  eso esperaba.  Pensar  en su madre  le  produjo  un nudo  en el estómago le  había  dolido     al  verla  recientemente   que  ella   fingió  no conocerlo,  pero ahora quería reunirse  con él, como  si  con ello  todo fuera  perdonado  . Por lo menos lo quería,  eso  era  algo. Sin  embargo, lo enojaba  que  precisamente  ahora, cuando  se  sentía  tan  feliz  , cuando  por  fin  su mundo tenía  sentido  sus padres  lo ponían  de  cabeza como cuando era un niño.
Miró su  reloj    ya   tenía  que  ir    a  su trabajo , no podía permitirse  faltar  de  nuevo.  Tenía  una  gana  de emborracharse  y olvidarse  de  todo , también tuvo  la  tentación  de llamar a  Amelia  y contarle  todo.   Odiaba  sentirse   débil  y  necesitar  a alguien  o  algo  para   poder continuar.  
Fue  a ducharse    rápido  y  cambiarse  de  ropa  luego  sin  ganas   fue   al  restaurante.
Trabajo  sin  ganas  y  casi  distraído  por  donde   quiera    que  posaba  la vista    observaba  el rostro  de su madre.  Carlos   lo  golpeó  mientras      su mente  se  hallaba    en sus viejos  recuerdos.
—Parece  ,  que  hay problemas  en  el  paraíso.  ¿Te peleaste   con  Anastasia?
—Su nombre  es  Amelia  y  estamos  bien.
—  Pues  no parece,  mejor   ve  atender  la  mesa  5    creo  que ya  desean  la cuenta.
—Gracias.
—  De  nada.  Si quieres  salimos  esta  noche   y    buscamos    a unas  chicas     dispuestas a  pasarlo  bien.
—  Lo pensaré.
Sebastián   quería     darse  un golpe  había sido un error  ir  con  Carlos   a   ese  bar de mala muerte.  Carlos    lo  dejo para ligar  con  una   manabita   de  ojos  verdes   a la que  Sebastián  apenas   prestó  atención,  en lugar  de buscar   una pareja  el   solo  quiso emborracharse  hasta perder  el sentido .  Sintió   que su  celular  vibraba  era  un  mensaje  de  Amelia,  a pesar   de que estaba  borracho   aún podía leer.  Era  un estúpido  en vez   de  alejar    su  dolor  con licor    debía  haberse  refugiado en su consuelo,  cuando  estaba  junto a ella  todo  parecía  funcionar  mejor.
Medio tambaleante     salió   del  bar,  se  había  despedido  de  Carlos  que  bailaba  pegado  su nueva conquista .  Iba a irse en su motocicleta, pero    decidió  no hacerlo   al mirar  borroso.  Caminó  en  busca  de  un taxi    cuando   de la nada  salió  un  carro  y lo atropelló.  Todo  se  volvió  negro  y  se lamentó  no  volver  a  ver  Amelia  una  vez  más.

Les  deseo un buen fin de semana.




domingo, 24 de enero de 2016

Gatitos encerrados.

Hola,  ¿cómo les  va? Como  muchos me han pedido las  receta  de este postre   aquí se las traigo. Los  gatos  encerrados  o nido de amor  es  un plato originario  de  Manabí.

Me acuerdo que mi abuelita  me  los  sabía  hacer y la otra  vez  con mi tía me recordó la receta.  La  verdad  investigue  en la red  , pero no encontré el motivo del nombre  de este plato que es  muy  facil y rico.

Gatos  encerrados


3 Plátanos maduros
6  rodajas Queso
2 Huevos
1  taza de Harina
 media  taza leche
un poco  de  azúcar
Aceite
PREPARACIÓN
En un tazón mezclar la harina, los huevos, el azúcar y  la leche para  hacer una mezcla completamente homogénea y espesa.
Pelar los plátanos maduros cortar por la mitad, luego hacer rodajas a lo largo del plátano lo más finas posibles.
Cortar el queso en rodajas similares al plátano.
En un sartén poner el aceite a calentar, no poner la llama tan alta para que no se nos queme lo que vamos a freír.
Entre 2 rodajas de plátano poner una rodaja de queso, esto lo envolvemos en la mezcla de harina, y lo ponemos a freír en aceite que tenemos caliente, voltear de lado a lado para que se cocine bien, dejar que se doren.
Se les puede poner    al final  algo de  azúcar  y miel para  servir.

Espero que les  guste la receta y les  deseo una buena  semana.





viernes, 22 de enero de 2016

Ilumina mi corazón. Capítulo 19 ( primera parte)

Hola,  ¿cómo les  va?  Me alegra que les  haya  gustado  el  capítulo  anterior.  Hoy   veamos como sigue  la pareja  de  Sebastián  y  Amelia.  Para  desilusión  de algunos  este  fragmento  me salio cortito  y con algunas  dudas   que  serán resueltas   en  capítulos posteriores.

Capítulo 19



Sebastián  dormido  junto   a  ella. Su  celular  seguía  tocando   como loco   en el bolsillo de  su jean  que estaba  en piso junto  a su cama.  Amelia no  sabía  cómo   soltarse  de los  brazos  de  Sebastián  sin despertarlo.  Iba  a su  tercer  intento,  cuando   oyó  gemir   a  su pareja.  Sebastián    tenía  una pesadilla.  Ella  se acercó  y lo  beso en la mejilla.    
—¡Por  favor, no me  golpees! Yo...
—Sebastián.
Sebastián   se  movió   agitado.  Amelia  volvió a  llamarlo — Sebastián,  despierta.
Él abrió los ojos ,  y le tomó un buen tiempo  darse  cuenta   dónde estaba y  con quien.
—  ¿Qué pasó?
— Solo tuve una pesadilla.
—Sebastián quería levantarse  y  salir  corriendo  como siempre   hacía para no dar  explicaciones.  Odiaba   soñar    con su niñez,  cuando  su padre lo castigaba.  Tal  vez  había sido que  Ana  le  recordó  viejos traumas ,  que pensó echarlos al olvido.  Como  no podía irse   y  arruinar  lo mejor que le había pasado.  Sintió  que  Amelia   le  tocaba  su mejilla y luego le  daba  un  beso.
—Estás  a  salvo.

Sebastián pensó que  era un idiota al querer  huir.   Ya  no necesitaba  correr  en  busca  de  un lugar  seguro o  de  un hogar.  Se dio cuenta de que  en los  brazos    de esa  pequeña y  frágil mujer  lo tenía  todo.     
— Lo sé.
Besó  a Amelia  con ternura  dejando atrás  sus pesadillas  y  miedos. Pero  el  deseo  empezó  a adueñarse  de  ambos. Sebastián    pasó  a   besar  a  Amelia  en el  cuello.
—¿Qué  hago para  que se te pase la  pesadilla? — preguntó  Amelia  mientras    sus manos  buscaban al miembro  de  Sebastián  que  estaba  poniéndose  erecto.
— Ya pensaremos  en algo.
Después  de  15  minutos ,  volvió  a sonar  el  celular  de  Amelia.  Sebastián  de mala  gana   se  paró  para   ir  en su  busca.  Fue  cuando ella  observó  su  espalda llena    de  cicatrices.
—¿Qué  te pasó en  la espalda?
—Cosas  del pasado
— ¿Quién te hizo eso?
— También  tengo mis monstruos  Amelia —dijo  Sebastián   entregándole  el celular.
Amelia    apagó    su  teléfono luego  de  ver que eran llamadas  de  Mario sobre la reunión del consejo  estudiantil, dejó  el artefacto  en  su  velador.

— Ahora no estas solo Sebastián  deja  que  borre  tus malos  recuerdos, tus pesadillas.  Enfrentaremos  a nuestros monstruos juntos.
—¿Pero?
— No hay  pero que valga.
Sebastián  se rindió    ante  Amelia  y   volvió  a besarla   en los labios. Refugiándose  en su cuerpo  y en su amor.
Horas  más tarde.  
Amelia    volteó  la  carne que estaba  en  friendo en la sartén .  Sebastián  se estaba  bañando  había pasado  toda la mañana   amándose.  Él  faltó al  trabajo y  ella a  la universidad.  Ahora que ella  estaba sola  no podía  dejar  de pensar  en  las  cicatrices   que  tenía  en la espalda  Sebastián.  Cuando quiso hablar  con  él sobre eso  le dio evasivas.  Se  dio  cuenta  de lo poco que conocía  sobre  la  familia y  el pasado  de Sebastián.  No  le  presentó  a sus padres, ni   a  sus  amigos,  ni  siquiera le  había contado sobre  su niñez. Nunca había puesto un pie en su apartamento  o  sobre  taller  de pintura.  A veces, odiaba  los silencios  y la  tristeza  de  Sebastián .  En momentos  como ese   sentía  que estaba    ante   alguien  que ponía  un muro para protegerse y  ella no  sabía  cómo  derribar  las  paredes que aprisionaban el corazón  de su amado.

Sebastián  salió  del  baño percibió  el olor  carne  frita.  Amelia le dijo que  haría  churrasco ( Plato que  contiene  carne  frita,  papas  fritas, ensalada de lechuga, arroz  y huevo  frito) su comida favorita, sintió hambre y sonrió complacido.  Se  acercó  a  Amelia  que estaba  distraída  y le   dio  un beso  en el cuello mientras  sus manos    le  acariciaban. Ella  parecía  algo pensativa,  le dio  miedo que se arrepienta  de lo que  paso, pero no  sabía  cómo abordar  el tema. Así que lo hizo sin  preámbulos. 
—¿Qué  pasa? ¿ Estás  arrepentida de lo que pasó?
Amelia   lo miró  con extrañeza  y negó  con  la  cabeza  mientras  revisó  de nuevo  la  carne.
— Fue  mágico.
Sebastián  respiró  aliviado.
—¿Pero?
—A veces ,  creo que no  sé nada  de ti.
—Amelia,  tú tienes  la llave  de mi corazón mi vida empezó cuando  te conocí. Eres  mi  presente  , mis  sueños  y por quién daría la vida.
Amelia  lo  beso  pensando  que  algo ocultaba,  pero  el tiempo  y el amor  de  ella  harían lo que fuera  para  que  Sebastián se abriera y derribara  los  muros  que  los  alejaban. 
Casi   se  quema  la  carne  por  estar  besándose.  Amelia    la  salvó por poco,  ambos  dejaron sus preocupaciones  para  cuando  estuvieran  solos, por  el momento disfrutaron  de la compañía  mutua.  Cuando  casi  el almuerzo  estaba  servido,  alguien   tocó  el timbre.  A Sebastián   no  le sorprendió  que llegó   el  vecino   de  Amelia.  Ramoncito   entró  a la  casa con hambre  y buen  humor.  Un rato más  tarde  Ana  y Heli aparecieron. 
 Sebastián     apenas  recordaba    comer    en  una mesa  tan ruidosa, por lo  general  él   almorzaba  solo  frente  al televisor u oyendo  música.  Las comidas antes  de fugarse  eran  en silencio  y por  lo general  en un ambiente  de  tensión. Casi siempre  se sintió  solo   como fuera  de lugar,  pero solo necesitaba  ver  el brillo en los ojos  de  Amelia para  saber  que   con  ella  todo tenía  sentido.  
Luego de  almuerzo  y  despedirse  de  todos  se fue a  su casa  para  cambiarse  e  irse a trabajo. Estaba  de  buen  humor porque  un amigo  le dijo que podría  vender  un  cuadro  y sobre todo porque  Amelia   lo amaba , nada podría   estropear  su día.    Fue  a su pequeño apartamento  estaba  por  subir  a su piso  cuando    miró     a  su propio  demonio esperarlo en la puerta  de su edificio. 

Espero  que les  haya  gustado y les  deseo un buen fin de semana 



lunes, 18 de enero de 2016

De todo un poco.

Hola,  ¿co´mo les  va?  Hago esta entrada  sin  tener  idea  de que  voy  a poner.  Les  cuento que ya  estoy mejor  de  salud, pero ultimamente  ando muy  cansada  y  con algo de  flojera.
Al principio  iba a poner  un entrada hablando sobre  el gran actor  Alan Rickman
 que  muchos  recordarán  por  su personaje  de  Sanpe  en la saga  de  Harry Potter
Aunque  para siempre  sera  recordado por    otras  dos películas:  Como  el coronel  Brando en Sensatez  y  sentimientos




 y como el atormentado fantasma en el  largometraje Truly madly deeply
Pero ya  se hablado mucho de ese  actor.  Luego pensé  en mandar   una receta  de   gatos  encerrados  y me  volvió  la pereza . La pondré en otra entrada



 Así que  solo me decidí  a desearles  una  buena  semana.




viernes, 15 de enero de 2016

Ilumina mi corazón. Capítulo 18 (Tercera Parte)

Hola, ¿cómo les  va?  Estos  días  he estado un poco enferma,  casi no  iba a publicar,  pero decidí hacerlo espero que  les  guste  el capítulo y les  cuento que es largo y  subido de tono.




Capítulo 18 





— Amelia,  yo  también  estoy  nervioso.  Es  la primera  vez,  que  estoy  con alguien que  realmente me importa. Ven  vamos  a sentarnos  en  la  cama confía en mí, —dijo Sebastián  suavemente, besándola sobre la cima de su cabeza.
Ella se acercó hacia su pecho, su mejilla fue a descansar sobre amplía fortaleza. Sus brazos estaban flojos y ella supo que estaba en su hogar al sentir como Sebastián la protegía como si fuera lo más valioso del mundo. Sus brazos desnudos rodearon la cintura de Sebastián  y ella se adhirió a él. Metió su cara en su suave camisa de   respiró su olor a  jabón de pino   y un suave almizcle, muy difuso, hasta que comprendió que en realidad era su olor.
Amelia frotó su mejilla contra su pecho, sorprendida por el deseo que  despertó en su cuerpo  como por  el intenso latido de  su  corazón.
Amelia  caminó  de  forma  lenta hacia la cama. Él subió después de ella. Ella se había acostado y estaba tiesa como una tabla, sus manos descansan sobre su pecho. Sebastián inmediatamente se colocó a su lado, inclinándose en un
codo, y apoyando su cabeza sobre su mano. Tomó   su  barbilla  y  beso  de nuevo  la  boca  de  Amelia. El beso tranquilizo a la mujer que se perdió en la sensación de sus caricias.
Sebastián aprovechó la distracción para quitarle su  sostén. Amelia sintió un escalofrío al percibir el aire sobre su espalda. El momento que ella estuvo de con el torso desnudo ante él con, fue el turno de Sebastián  para temblar.
Ella era magnífica, cada deliciosa y cremosa pulgada suya. Su cabello se veía más oscuro contra su piel color marfil. Sus hombros estaban densamente cubiertos con pecas, que  Sebastián  amó a  primera  vista. Las había visto sobre sus brazos, a pesar de que ella había intentado ocultarlas, entonces había sospechado que las tenía por todas partes. Quería besar todas y cada una de sus pecas.  Sus pechos no eran grandes, pero tampoco eran pequeños. Solo lo justo, perfectos, eran como melocotones con duros pezones oscuros en sus puntas. Se  preguntó,  ¿cuál sería  su  sabor?  y  esperaba  no  babear   por  el deseo de morderlos. Su cintura estaba deliciosamente encorvada y fluía hacia unas caderas llenas, suaves y femeninas y sus muslos…, eran de esa clase que todo hombre sueña ser rodeado.  Amelia  se    quitó las  sandalias  Sus pies se veían maravillosamente arqueados y con los dedos del pie más dulces que alguna vez hubiera visto rizarse en una alfombra. 

Los ojos de Sebastián  se encontraron mirando    el rostro  inseguro de  Amelia   —. Eres bella, absolutamente hermosa —. Él intentó quitarle  el pantalón, pero Amelia se negó.
— ¡No! yo…yo no…estoy lista… para que  veas  mi pancita —. Sus brazos se cruzaron delante de ella defensivamente y sus dedos del pie se rizaron más fuerte. Sebastián dejó caer sus manos.
— Amelia —. Mírame  eres  hermosa  por  dentro  y por  fuera.
Amelia se acercó hacia el pintor y le pidió en voz baja  besame.
 Sebastián  no pudo oírla y se quedó parado sin  saber que  hacer.
Amelia lamió sus labios nerviosamente Sebastián sintió un nudo en su estómago Finalmente ella habló en voz  alta—. ¿Te  vas  a quedar mirándome todo el día?  Me gustaría ser besada. Adoro tus  besos. — Luego de  decir  eso,  Amelia   se quedó observando la alfombra  café  de su dormitorio Sin atreverse a ver su rostro. 
— Bien, puedo hacer eso — dijo Sebastián alegremente. Él se derribó en su codo otra vez y se inclinó sobre ella con una sonrisa. El primer toque de su boca sobre la suya fue suave y dulce . Ella todavía mantenía sus labios flexibles. Sebastián mordió  sus  atropelló sus labios con cuidado, tirando uno de sus labios entre los suyos y chupando. Él exploró cada pulgada de sus labios sin usar de ninguna manera su lengua o sus dientes. El beso fue tan inocente como pudo hacerlo, y el cuerpo entero de Amelia se relajó a su lado en respuesta.
La rendición de ella animó a Sebastián a profundizar el beso. Ella giró su cabeza hacia él y sus labios se separaron mientras ellos se miraban a los ojos. Esa fue toda la invitación que Sebastián necesitó. Él presionó sus labios contra los suyos con bastante fuerza como para obligar a sus labios a abrirse más y luego barrió con su lengua en su boca  abierta. Muy despacio Sebastián movió su lengua alrededor de la boca de Amelia, probándola y dejándola hacer lo mismo. 
Amelia  sabía fresca y limpia, con leve toque de café y la menta. Su boca era suave. Sebastián tocó con   su lengua sobre la suave carne de su mejilla interior.
Después de la suavidad aterciopelada de su mejilla él sintió los bordes agudos de sus dientes y de improviso se imaginó aquellos dientes mordiéndolo con pasión. La imagen quemó un temblor de lujuria bajo su espina dorsal. Mientras intentaba guiarla en su pasión.  La lengua de Amelia de pronto se movió contra la suya. 
Cuando él separó su boca, Amelia lo siguió desde la cama, sus labios detrás de los suyos. Él disminuyó la aspereza de la salida de su boca concediéndole mojados besos pequeños a través de su mandíbula y cuello que la hicieron nuevamente arquear su cuello otra vez.
— ¿Qué sigue ahora, Amelia? — Él le preguntó suavemente mientras su lengua  tocaba  la  piel  detrás de su oído. — ¿Qué quieres hacerme ahora? — Sebastián hizo la pregunta muy deliberadamente. Él quería que Amelia  tuviera  el control de la situación, pudo sentir su sorpresa ante la pregunta
— Bien, me gustaría sentir tu piel. Quítate la  camisa,  deseo saborearte.
Amelia  dejó de pensar tener  miedo  o dudas  en esa habitación  solo  estaban ella  y Sebastián; todo  era  permitido.
Sebastián  se abrió  lentamente la  camisa.  Amelia  no dejó  que  terminara   de quitársela   se  acercó  hacia él, con deseo. Sebastián casi lloró con el placer que sintió cuando su lengua golpeó su cuello donde su pulso palpitaba desesperadamente. Ella lamió sobre su garganta, comenzando en ese punto dónde latía, sobre la manzana de Adán y hacia abajo, hacia el hueco entre su clavícula, justo sobre dónde se abría su camisa. Ella aspiró la piel allí Sebastián  no pudo parar su gemido. Amelia  besó por  detrás  de su oreja excitada  de  por  la reacción  de  Sebastián.
—Eres  delicioso sabes salado con algo de  picante —. Su lengua barrió el punto otra vez y él tembló.
—Tu piel es tan suave aquí — ella movió su cabeza y lamió el hueco de su garganta otra vez, — aquí. Pero tu cuello tiene rastros de barba —. Ella frotó su nariz contra su cuello y se rio tontamente.  Sebastián  se sintió completamente perdido. Él se hizo hacia atrás alejándose de sus manos. Ella dio un pequeño quejido e intentó atenuar sus movimientos frenéticos pero estaba duro y dolorido, la deseaba tanto. En aquel momento todo en lo que podía pensar era cuanto quería su boca sobre la suya. Él abrió más su camisa y la retiró torpemente, intentando sacársela.
— Quiero más, Amelia. Quiero sentir tu boca sobre mí.
Finalmente, consiguió sacarse la camisa y la tiró con apuro. Él miró a Amelia  con los  ojos  oscuros  de  deseo, esperando  su siguiente movimiento.
Amelia acarició   con torpeza  su  torso sintiendo  el  vello  negro  de  su pecho  .  Luego golosa lamió  su piel  hasta  encontrar   un pezón  duro por  el frío y el deseo. Él agarró el cubrecama debajo suyo. Ella de forma  inexperta  besó el excitado punto y luego lo tomó en su boca y lo chupó. A pesar de su carencia de maestría.  Sebastián casi se cayó de la cama cuando lo sintió la  caricia. Gimió rindiéndose   ante  su compañera. Él siguió embelesado cuando Amelia se inclinó y siguió en la tarea con toda dedicación. Lamió cada pulgada de su pecho y estómago, su lengua pasó después por las líneas de sus músculos, acariciando  sus costillas. Sus dientes mordieron y su boca chupó cada centímetro  de la  piel  de  Sebastián. Amelia   prestó atención especial a sus pezones.
El pintor,  creyó  que estaba  en el paraíso cuando ella literalmente se le subió encima, sus piernas se sentaron a horcajadas sobre su torso mientras lo lamía. Amelia se sostuvo de su cabello con sus manos, mientras tocaba, chupaba y mordía su pezón izquierdo. Él no podía detener sus manos que intentaron alcanzar sus piernas, recorriéndolas de arriba abajo por los suaves músculos mientras ella lo amaba. Sin pensarlo sus manos tocaron su  espalda  y cubrieron sus caderas, para luego ahuecar, su redondo trasero. Amelia dejó de  acariciarlo. Sebastián pensó  que iba a morir  si  ella  decidía parar.
—Esto  estorba. Deseo probar toda  tu piel.
Sebastián  se puso  de pie  con prisa y  se  quitó  los  zapatos  deportivos  y  el  pantalón   vaquero. Amelia  pensó  que  iba  a gritar  de  deseo  al ver  sus piernas   largas  y torneadas,  pero su atención  estaba    en el boxer  blanco y  lo que  ocultaba.
Sebastián  sonrió  al  verla  tan excitada  se  quitó   toda  la  ropa y la tiró  al piso con apuro. Amelia  solo tenía   ojos  para  el  enorme  miembro  del pintor con  algo  de timidez    se acercó  para  explorarlo .  Era  enorme  oscuro  y lleno   de  venas. Sebastián  volvió    gemir  y  ella  se sintió   fuerte,   decidida  y  sexi. Sin  preguntar  a  su  pareja  tomó   su  vara primero    percibió  su olor  y  saboreo  una  gota  de  semen  preseminal.
—Amelia — gimió   Sebastián.
Ella  metió el  miembro  en su boca  y  lo    lamió lentamente  saboreando cada  minuto.
Sebastián  ya no podía contenerse  más
— Amelia, déjame probarte, — él susurró ronco. — Quiero probarte. —
Sus ojos se abrieron sorprendidos. Él con  ternura    abrió  la  cremallera  del  jean  de la  joven un poco  torpe.  Luego    con parsimonia    la  dejó  desnuda 
Sebastián la miró y se sorprendió al ver que ella solo parecía
algo nerviosa. Amelia  cerró los  ojos  a su escrutinio,  pensando  en cada  una  de sus  imperfecciones. Temiendo  que era muy  flaca  pequeña  y pecosa.
— Abre tus ojos, Amelia. Mírame.
Ella obedeció, sus párpados revolotearon cuando tímidamente encontró sus ojos.
Sebastián observó sus pechos y su aliento se entrecortó en su garganta.
— Eres tan hermosa, Amelia. — Él dejó que sus dedos rozaran ligeramente el redondeado costado de un pecho, más pequeño de lo en un principio había pensado, pero no menos perfecto. Amelia  jadeó con su toque, y él miró, fascinado, como su pezón se fruncía. Sus pezones eran una obra de arte. Un suave marrón, su excitación les había dado un rosado rubor. Sus aréolas eran grandes, cubriendo la casi mitad su pecho. Una constelación de pecas adornaban la cremosa piel que rodeaba esos maravillosos pezones.
— Siempre  me pregunté,  si tendrías pecas sobre tus pechos. Esperaba que las tuvieras, entonces yo podría besar cada una de ellas.


Luego  de decir  eso,  se inclinó  a  devorar la  piel  de  Amelia.  
Él  se  perdió  en  placer   que era  acariciar  por  fin  a Amelia, chupo , mordió   lamió sus senos. Pasó tanto tiempo sobre sus pezones como ella había pasado sobre los suyos y valió la pena cada minuto de ello. Él comprendió en algún punto que Amelia se arqueaba bajo su boca, sus manos apretaban su pelo y pequeños gemidos provenían de su garganta.
Sebastián  siempre  se  creyó  buen  amante,  pero  saber que le  daba  placer  a  Amelia  lo hacía  sentir  invencible   y  completamente  feliz.   
— Amelia — murmuró él, frotando su mejilla contra su pezón duro como un guijarro. — Déjame probar  tu  sabor. Deseo probar  tu  conchita.
Los  ojos de  Amelia  se ensancharon casi imperceptiblemente, sus pupilas se dilataron.   Sebastián  le dio  una  gran sonrisa. Él mordió su oreja y ella se quejó. — Déjame tocarla, Amelia — él exigió.
No le preguntó, estaba listo para tomar. Incluso mientras hablaba, su mano se movía poco a poco, cavando bajo ella para acariciar su muslo suave.
— ¿Estás mojada, Amelia? ¿Sufres por mí? — La cabeza de Amelia temblaba.
— Te  daré  todo el placer que puedas imaginar .
Las   caderas de  Amelia empujaron hacia arriba Sebastián movió su mano hacia el montículo de su sexo y ella gimió, arqueó su espalda mientras sus piernas se sujetaban apretando su mano .
—Estás tan  mojada, Amelia.  Me  pregunto  ¿cuál  será  tu sabor? —. Él movió su mano para extender sus piernas más lejos. Sebastián controló sus dedos a lo largo de sus labios, por los pliegues mojados de su coño. Sebastián tomó ella goteaba, lamió  sus  dedos con  deleite—  Sabes  mejor  que  el chocolate. Él encajó su dedo en su entrada y la sintió ponerse tensa, pero lo empujó lentamente, separando las paredes de su apretada vagina con cuidado. Ella se relajó y se hizo más hacia atrás, respirando de manera irregular. Él trabajó su dedo profundamente, mirando como se mordía su labio inferior. Solo se tomó un segundo para preguntarse si sería dolor o placer lo que hacía esquivar sus caderas, y arquear su cuello.
Definitivamente, era placer. Él retiró su dedo hacia atrás hasta que solo la punta permaneció en ella, luego empujó profundamente otra vez. Amelia se estremeció. Después de varios empujes más, Sebastián introdujo un segundo dedo. Amelia dejó escapar un pequeño sonido de placer.
— Amelia,  ¿dime cómo te sientes? — Sebastián movió  sus dos dedos dentro y fuera aumentando el ritmo. Amelia agarró su muñeca con una mano temblorosa. — Dímelo Amelia, — él le ordenó.
— Sebastián— ella gimió —.   Nunca he sentido nada como esto. ¡Se siente genial!— Amelia se arqueó de modo incontrolable cuando   Sebastián frotó su clítoris con su pulgar mientras le  daba  placer  con sus dedos. Los temblores de Amelia  aumentaron.
— Córrete en mis brazos.
Amelia  se empujó hacia abajo con fuerza sobre él y gritó, apretando su mano. Sebastián  frotaba sus dedos contra ese punto profundo dentro de ella.
Él sacó sus dedos y los llevó profundamente, luego los frotó dentro mientras frotaba su clítoris por fuera.  Amelia  gritó y  movió  sus  caderas   con fuerza  al  sentir    el primer  orgasmo de la mañana El grito de orgasmo fue la cosa más hermosa que  alguna vez Sebastián  había escuchado. Él intentó memorizar cada momento de su clímax, mirar casi todo, el dolor de su rostro cuando ella movió la cabeza gritando de placer, la forma en que su cuerpo se arqueó hacia atrás,  los dedos del pie que cavaron el cubre camas, mientras su mano sostenía su muñeca fuertemente presionada contra su sexo. Él sintió sus paredes vaginales pulsar contra sus dedos, exprimiéndolos, y casi se vino cuando se imaginó haciéndoselo con  su miembro.
Cuando los espasmos disminuyeron Amelia se recostó sobre las almohadas, saciada.  Sebastián  despacio se movió de la cama  Él apoyó su cabeza hacia abajo y la besó tiernamente.
— ¿Por favor, puedo hacerte  el amor ahora, Amelia?

Ella cabeceó, meneando sus caderas un poco bajo él. —Te quiero,Sebastián.
El pintor  fue  en busca  de un condón  luego   ajustó sus caderas, extendiendo sus piernas más amplias. Su enorme y congestionado miembro encontró su deliciosa entrada . Antes de que la penetrara, él frotó la longitud de su erección a lo largo de sus labios mojados, mojándose e incrementando su entusiasmo otra vez. — ¿Me deseas Amelia? — Él susurró, mirándola. — ¿Quieres que mi miembro esté dentro de ti? —  Ella gimió y lamió sus labios, apretando el inferior cuando arqueó su espalda y presionó la cabeza de polla contra su duro y tenso clítoris—. Sebastián gimió con ella. — Dilo, Amelia, — él se apretó contra ella, — ¿Dime sí puedo entrar  en ti?
— Sí, Sebastián, — ella susurró con ese tono que tanto le gustaba, casi sin aliento, — Sí, lo quiero.
Eso fue todo que él necesitó, y retrocedió sus caderas y se empujó con cuidado, la cabeza de su enorme polla violó su entrada y se deslizó casi hasta mitad de camino dentro de ella, en un solo y suave movimiento, lubricado por su propia crema caliente.
—Oh, Dios, oh Dios, —  gemía  Amelia, agarrando su espalda,   mientras  sus uñas cavaban en su piel.
Sebastián  apenas la oyó. Ella estaba tan mojada, apretada y caliente, y él había estado padeciendo en las horas transcurridas. Todo en lo podía pensar era en hundirse en ella. En  estar  tan unidos  que  no  pudieran   saber  dónde   termina el uno  del otro. Pero  sobre todo,  estaba determinado a lograr que Amelia se corriera antes que él  llegara  al clímax.  Sebastián se empujó completamente en ella y tuvo que dejar un momento para respirar profundamente y retirarse del abismo. Amelia  no tenía ni una idea de cuan cerca él estaba, y luego ella se retorció bajo él, sus caderas lucharon contra sus manos, que la agarraban, intentando sostenerla. Amelia  gimió  al llegar  a un nuevo orgasmo.
Él se dejó ir y la embistió con toda su fuerza, enterrando su cara en su cuello mientras iba hacia su final. Amelia  abrigó sus piernas alrededor de su cintura y sus brazos alrededor de su cuello y lo sostuvo tan fuerte que Sebastián no estuvo seguro donde terminaba él, y comenzaba ella.
Ella temblaba  Sebastián pasó una mano con dulzura por sus costados.
Deslizar de su miembro dentro y fuera de ella era una tortura exquisita. Ella era más suave por dentro de lo que alguna vez hubiera sentido antes, suave, apretada, mojada. Amelia parecía pulsar y espesarse alrededor de su miembro hasta que solo pudo sentir su mojado calor, y su corazón golpeando al ritmo de su coño. Estaba apretándose a su espalda con tanta fuerza que sintió que jamás podrían separarse. Cuando sus movimientos comenzaron a ser lentos y demoledores círculos, Amelia  comenzó a gemir.
—Mueve tus piernas más alto sobre mi espalda — Sebastián le ordenó y  Amelia  hizo lo que  él  ordenó. El pequeño ajuste hizo que Sebastián se desplazará más lejos dentro de ella, y él supo el momento exacto en que su polla golpeó su punto dulce. Ella jadeó y sus uñas se incrustaron profundamente en su trasero mientras sus caderas tiraban con fuerza contra él.

— Cristo, Amelia, — él murmuró, a ciegas buscando su boca. Él la encontró y la besó, con besos profundos, mojados, interminables, que ayudaron a concentrar su mente mientras la embestía  como un insensato. Él se retiraba cada vez más lejos, para entrar con un profundo golpe más al fondo, hasta golpear directamente sobre ese punto tan sensible. Él movió sus rodillas hasta que se arrodilló, sus piernas se extendieron amplias, su peso se reforzó sobre sus puños mientras usaba todo su peso y su poder para penetrarla tan duro como podía.  Amelia  lo tomó y pidió por más con cada quejido y gemido y pinchazo de sus uñas sobre su espalda y su culo. Ella comenzó a  gritar   en un tono bajo, como si tarareara un gemido que nunca paró, solo se elevó, y cayó junto con su respiración y el empuje de su miembro en ella.  Sebastián   supo que ella estaba cerca. Él empujó su peso hacia abajo sobre ella otra vez, el cambio del ángulo lo ponía en contacto con su clítoris con cada empuje. Ella comenzó a gritar con suaves y pequeños gruñidos femeninos que volvieron loco mientras se empujaba en ella.
—Córrete, Amelia  — él la impulsó, — Córrete para mí otra vez. Quiero sentir que te vienes sobre mi polla. Córrete ahora, Amy.
Amelia  gritó y la penetró con fuerza, sus caderas encontraban las suyas en un golpe audible de carne sobre la carne unas veces antes de que ella se arqueara y gritara. Su coño lo exprimió con tanta fuerza que Sebastián gritó, y luego sintió la explosión de su orgasmo sobre él, y gritó otra vez en el alivio de su semen siendo liberado profundamente dentro de ella. El sentir que su miembro  y su  vagina palpitaban juntos, mientras los espasmos los montaban, fue tan maravilloso que la visión de Sebastián  se oscureció, y su voz se quebró con sus gritos.
Cuando él pudo moverse otra vez, Sebastián  rodó de Amelia y la tiró contra él. Ella se acurrucó en su calor y se abrigó ella misma alrededor de él sin inhibiciones. Antes de que él pudiera hablar, él oyó su respiración hacerse más profundo y un pequeño ronquido. Él la abrazó cerca y  la protegió  con sus  brazos  y su cuerpo desnudo. Tenía  muchas cosas en su mente,  pero lo único que  se le ocurrió fue   dormir  junto  a ella. .


Espero que les  haya  gustado y perdone lo largo del capítulo.  Les deseo un  genial fin de semana.



viernes, 8 de enero de 2016

Ilumina mi corazón. Capítulo 18 (segunda parte)

Hola  ¿cómo les va?  Casi no pongo  este  capítulo por  estar algo malita.  Sin embargo,  decidí poner  este  fragmento  espero que les  guste .  Es  un poco subido de tono y romántico.



Capítulo  18  




Amelia  casi  cae  al piso,  pero  Sebastián  no la dejó y  le ayudó a sentarse   en una silla. Luego acarició su rostro  con ternura, los  ojos  de  ella brillaban con deseo,  miedo y pasión  . El corazón de Amelia  latió  con fuerza,  temió que le  de  un ataque. Sebastián    hizo su  desayuno predilecto,  mas no tenía  hambre  de comida. Miró  su plato  aún quedaba  media  tostada  francesa .  Tomó  un poco café imaginando  que era   alcohol  para darse  valor.
—¿Aún no me  has respondido?
—Está delicioso
—¿Pero?
Amelia  lo besó  con  pasión,  esta vez  Sebastián perdió  el equilibrio  y  cayeron   los  al piso  riendo.
Amelia avergonzada con la  cara  sonrojada    y   con las piernas  algo a doloridas respondió
—Tengo hambre  de  ti.
Sebastián   no podía  creer  lo  que  oía  se arrastró,  tomó  el rostro  de  Amelia.
— No  es  nece...
— No, lo hago por  eso.
—¿Entonces por qué?
Amelia pensó que era  una  figura  patética,  en el  suelo de la cocina   confesándole  a Sebastián  que lo amaba. Lo único que  faltaba  era  que   se le manche  o  rompa  la  ropa.
— Te  amo — Susurro  Amelia, luego  se  paró  dejando  a  Sebastián  en el piso  mientras  ella  levantaba  una  de las  sillas.


Él  se paró  tomo  su  mano  y  besó  su boca  como  si  no hubiera  un  mañana. Amelia   entendió  que era  la forma  de   decir   lo que  sentía   por  ella.  A veces  las palabras  están  demás,  solo   queda  el silencio y el amor que  se puede expresar  con el más primitivo  de los lenguajes.
Al  principio  fue  un beso  suave, pero luego  Sebastián   mordió los  labios  de su  compañera   sin  dejar  de  besarse  y  acariciarse   salieron  de   la cocina.  Nunca antes  Sebastián  se sintió    tan torpe,     sus manos  sudaban   y  estaba  tan  nervioso  que  temía  tropezar  con sus propios  pies.   Había  tenido sexo  con   muchas  mujeres,  no comprendía  la  razón  para  su miedo y timidez.  Hasta   que  oyó  un gemido  de  Amelia   y  la miró detenidamente:  Ahí  estaba  la mujer    con la que soñaba  cada  noche, la que nunca se  cansaba  de pintar,    la que  lo hacía   reír ,  la que a veces lo alteraba  y  lo calmaba. La  que era  dueña  de su corazón, la que entendía  sus  silencios,  penas  y sus alegrías. La  mujer que había  elegido para cuidar  y   amar para  el resto  de su vida.
Como si fuera  su primera  vez   beso  a  Amelia  solo fue  un beso  dulce como  una  pluma.  Al  ver su rostro se dio cuenta de que ella estaba  tan intranquila como él.
— Podemos , esperar.
— Hemos, esperado bastante.  Te  deseo  Sebastián ,  no  solo   quiero   sentirme   tu amiga,  compañera.  Deseo  ser  tu amante, estar  unida   a  ti  en cuerpo  y alma. ¡Dios!  Parezco  una  novela  barata.
Sebastián  rio para  luego tocar su  frente  con la de ella.
— Eres  perfecta, te puedo  contar  un secreto.  También  estoy nervioso. Creo que  debemos hacer  algo. Dejemos  de pensar,  solo  debemos  oír a  nuestros  cuerpos  y corazones. ¿Quieres...?

Amelia   lo  besó  con pasión.  Mordió  sus  labios  y  su  boca  jugó con la  de  Sebastián. El pintor  adoraba    tocar  el cabello  de  Amelia ,  que era  tan  sedoso  y  fino. De  forma  rápida   tomó  goma  que sujetaba  el  cabello  de Amelia   y lo soltó . Ella respiró  profundamente  y  cerró los ojos. Sebastián  pudo  ver  ver el contorno de sus pechos, la sombra de sus pezones, que  se transparentaba   en la camiseta por  el reflejo del sol. Se sintió como un mirón, cuando su miembro se revolvió de  deseo.  Aunque había  visto Amelia  con  su cabello negro  suelto  otra veces. Siempre     lo dejaba atónito lo hermoso  y  brillante  que era.  La forma  como caía  sobre  la  espaldas de ella cuando vio su intento de recogerlo, no pudo evitar su protesta.
—Por favor ,déjalo suelto.
Amelia asintió, de   repente se sintió  bella  y  sensual solo  por  el simple hecho  de  estar  con  el cabello  suelto  y por  ver  la mirada    oscura  de  Sebastián.
Amelia  tragó saliva  y  con decisión llevó  a Sebastián  a su cuarto. Muchas  veces  habían  estado solos   en la sala   y  en otras habitaciones  de la  casa,  pero  ella  nunca   lo  había llevado  a su  santuario.  Hasta  hace  unos  minutos, ni siquiera  se  le  hubiera  ocurrido que  iban a hacer  el amor.  Como tantas  veces  en  el pasado lo pensó, pero no se  atrevió a  ir  más  allá.  Agradeció mentalmente  haber  hecho  la  cama  y  limpiado algo mientras  esperaba  que su hermana  se  arregle  para ir  al colegio.
Sebastián  volvió  a  besarla   primero  en los  labios,  para  que  se  relajara.  Luego le  dio  pequeños  besos    en la mandíbula  y  la  oreja. Sebastián   metió  sus manos  en su   camiseta.  Tocando    su  tersa  piel.
—¿Puedo?
Sebastián  sacó  la  camiseta   de  Amelia.
Ella  chilló, al recordar  que estaba  con un  sostén  blanco y  viejo de  algodón.  No  era la  lencería  que una  mujer  utilizaba  la primera  vez  que  iba  a  hacer  el  amor.      
— ¡No mires! Debo estar horrible. Quería estar más presentable   en  mi  primera  vez.  ¡Lo siento tanto! Esto no es  en absoluto como lo había planeado —. Ella alzó la vista y de repente comprendió que  Sebastián podía verla de frente en el espejo de su tocador y reaccionó casi como una niña, tapando con su mano sus ojos, como si así bloquearía la mirada de Sebastián .
El pintor no pudo ayudarla. Se odiaría si tuviera que hacerlo,  en lugar  de eso  se  rio.  Amelia  se asomó para mirarlo entreabriendo dos dedos.
— ¿Te ríes de mí? — Ella preguntó con desconfianza.
Sebastián  sacudió su cabeza. —Sí,  digo no. Solo me río de todo esto. — Él por accidente se tropezó y cayó en una de las sillas ubicadas alrededor del  tocador  de  Amelia —Francamente,  ambos  somos  unos  tontos.
Amelia  lo miró, todavía sospechando.  —Bien, bien entonces. Puedo vivir con eso.
—Ella  se agachó para  tomar  su  camiseta  —. Me vestiré y luego podremos desayunar .
Amelia  tocó  su  cabello  intranquila  otra vez ,mientras giraba y dio dos rápidos pasos antes de que  Sebastián  la detuviera.
— Por favor, Amelia, no te vistas por mí. Sé  que  querías  tu  primera  vez,  perfecta  romántica.  No  necesito  lencería  sexi  o  cualquier  otra  cosa.  El  momento  es perfecto, porque  tú estás  junto a mí.
Sebastián   se  acercó   y  tocó  su  rostro con gentileza.  Amelia   se  perdió  en  caricia  y  su mirada  llena  de  amor  y  de  deseo. Ella  mordió  su labio inferior un momento y luego cabeceó como si estuviera tomando una decisión.  Con  resolución  tiró   la  camiseta al suelo.  
—Tienes razón.
Amelia tembló  ante  el  escrutinio  de  su   pareja. Sebastián  respiró profundamente  saboreando el  momento.
— Amelia eres hermosa —. Él tocó  rostro  y lo acercó  para  besar su boca.
— Si no deseas hacer el amor, lo entenderé. Podemos esperar.
— ¡No! —La negación de Amelia fue sorprendentemente firme  Sebastián se retiró ligeramente, impresionado. Ella agarró su mano con las suyas. — No, por favor, estoy harta  de  tener  miedo.
Les  deseo un buen fin de semana y se me cuidan mucho.